Llevo casi dos semanas trabajando duro en Aliland, mi pueblo de ‘Animal Crossing: New Leaf’. Todo está mucho más bonito que cuando llegué, mi esfuerzo me ha costado. Era hora de recibir visitas, me dije ¿pero cómo, si el juego no ha salido aún a la venta? Desde Nintendo nos hicieron llegar otro código descargable para hacer este pequeño deseo realidad.
Alex, el editor que ejerce con mano dura y lancer en mano de supervisor de VidaExtra, fue sorprendentemente quien dio un paso al frente como voluntario. Por supuesto, lo primero que hizo nada más pisar mi pequeño reino fue estamparme el cazamariposas en la cabeza.
Alex en mi casa
“Mi casa está un poco más vacía que la tuya”, me dijo Alex cuando vio mi atestado palacete kitsch. Parecía que le había picado un bicho, toqueteándolo todo y dando vueltas como si se hubiera zampado tres bebidas energéticas de golpe. Se puso a aporrear el órgano, rascar la viola, encender y apagar las lámparas varias veces por segundo cual tic nervioso, juguetear con el theremin, marear mi mesa de comedor giratoria… Vaya visitante más agotador. Solo se tranquilizó un poco cuando se sentó en mi sillón de masajes. Fueron un par de segundos de paz. “mola”, soltó antes de liarse a tortas con la muñeca jamaicana.
Salí de casa como atontado, tanto que volví a entrar porque se me había olvidado apagar la luz del salón. Hay que ahorrar aunque sea por simulación digital. A pesar de que Alex empezaba a sacarme de quicio (se puso a molestar a mis tranquilos vecinos, que si vaya tío más feo, que si tal es un borde, que si pascual es tontorrón…), como anfitrión le hice un regalito. Nada menos que un enorme servidor informático para amenizar algún rincón de su casa. Servidor, que es un caballero… je.
Ejerciendo de guía (y de pescadero) en el museo
Llevé a mi invitado al museo. Sé que habría preferido un concierto en el pub, pero es que todavía está cerrado por reformas. El caso es que le gustó. Las salas de fósiles e insectos están a medias (en la de obras de arte tengo, ejem, un cuadro. Muy bonito, eso sí), pero en el acuario empieza a haber overbooking. Tanto pez me recordó la playa. Era hora de viajar en bote.
Turismo tropical
El tortugo que maneja la barca es un crack, uno de esos talentos en bruto que malgasta su vida a la espera de que un agente de estrellas pase por allí a rescatarlo. Él nos lleva a la isla de recreo, y el viaje es un placer, que el tortugo sabe cantar. ¡Qué rimas hace el tío!
Ya en la isla gozamos por fin de buen tiempo, que en mi pueblo ha estado nublado todo el día. Hay cantidad de minijuegos que se pueden disfrutar en compañía. Nos metemos en la prueba de los globos. Tirachinas en ristre corremos disparando como locos para sumar puntos. Tras un rato pescando y recogiendo fruta exótica volvemos a casa. Por supuesto, nuestro barquero el tortugo nos está esperando en el puerto.
Nos quedamos un ratillo charlando en el mirador. Alex me dijo que si quería visitar Mordor, ejem, su pueblo. Pues no se me había ocurrido, la verdad. Se dirigió a la estación para coger el tren de vuelta y habilitar desde allí mi llegada. Enseguida me encontraba en Mordor. “¿Quieres ver mi casa?” Mientras nos dirigíamos a su morada me preguntaba si le cabría el enorme servidor informático que le había regalado.
Yo en casa de Alex
“Mi casa está un poco más vacía que la tuya”, me había dicho Alex cuando vio mi atestado palacete kitsch. Y bueno, ejem, creo que las imágenes hablan por sí solas.
Desde luego no iba a tener problemas para colocar el servidor. Ejerciendo de anfitrión me dijo: “Toma un regalo antes de irte”... Un taburete de madera igual no parece algo de mucho valor pero, teniendo en cuenta que viene de alguien que duerme en una papelera, pues sí que resulta un gran presente. Volví a mi hogar tarareando uno de los muchos hits de ese crack que es el tortugo:
Importa más qué hay dentro, que no fuera, de mi gran cocorota. Prefiero ser un calvorota a ser, con perdón, medio idiota
Unos días después de la bizarra visita pasaba yo por la estación de mi pueblo cuando me fijé en una notificación no leída en el tablón de anuncios. Recordé entonces que Alex estuvo parado allí delante un rato. Pensé que simplemente había estado curioseando los mensajes que estaban colgados… Pues no.